Otra manera de hacer las cosas es posible – Editorial sobre el último Barcelona Beer Challenge

Imagen obtenida de la página web de los organizadores

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Polémica servida. El Barcelona Beer Challenge de este año se ha celebrado por streaming, a través de Youtube, después de que el festival, previsto para el fin de semana del 13 de marzo, tuviera que cancelar tras el decreto de confinamiento por la crisis sanitaria del Coronavirus. Este certamen que se celebra en el marco del Barcelona Beer Festival ha contado, en su quinta edición, con la participación de más de 1.000 cervezas que han aspirado a ser premiadas dentro de las 64 categorías en juego.

Si en anteriores ediciones las medallas a las cervezas industriales pasaron desapercibidas, este año ha sido todo lo contrario. La organización ha premiado con un total de siete medallas a dos grandes cerveceras, y seis más a otras industriales. De hecho, el número y tipo de medallas suma en el ranking general para nombrar la mejor cervecera del año, y en este caso una de ellas le ha permitido quedar en tercera posición. 

Un resultado que ha desatado todo tipo de comentarios en las redes sociales por parte de seguidores de la cerveza artesana. La indignación ha sido mayúscula por ver cómo este certamen se ha convertido en una clara oportunidad para las industriales que aprovechen el movimiento craft para seguir confundiendo todavía más al consumidor. Aunque la culpa no es de quien participa sino de quien les permite participar, en este caso la organización del concurso.

¿Es normal que un producto diseñado para ocupar las estanterías de los supermercados de todo el mundo se considere mejor que un producto hecho de manera artesanal? ¿Es correcto que una marca controlada por multinacionales juegue bajo las mismas reglas que una pequeña empresa artesana?

Delante de esta ola de comentarios negativos, respeto a estos premios, algunos miembros de la organización se han defendido que el jurado no conoce las cervezas que cata y que por tanto no pueden hacer nada al respeto. Una excusa carente y vaga de justificación porque el reglamento de participación es fijado exclusivamente por la misma organización. Por lo tanto, el Barcelona Beer Festival permite que las grandes industriales puedan participar del concurso porque sus bases lo estipulan.

¿Pero sería posible hacerlo de otra manera? La respuesta no es necesaria darla nosotros, solo hace falta fijarse en otros certámenes, mucho más consolidados y con una afluencia mayor de participación. Es el caso de Birra dell’Anno quienes desde hace quince ediciones se celebra en Italia y participan más de 2.000 cervezas del país. La ponemos de ejemplo porque este concurso no encontraréis ninguna cerveza industrial en las 42 categorías y en las más de 120 medallas otorgadas. Y eso es posible no porque el jurado sepa las cervezas que está catando, que no es el caso, sino porque la organización ya no permite de entrada la participación de ninguna industrial.

Si uno observa el reglamento de este concurso cervecero (que puede ver aquí), no hace falta que se lea todo el documento entero para ver qué requisitos hay que cumplir para poder participar. En el punto uno lo deja muy claro: solo serán admitidas las pequeñas cerveceras independientes de Italia que cumplen con lo establecido en la Ley 154/2016 que es donde se especifica claramente que es una cerveza artesana. ¿Pero por qué razones el concurso italiano, a diferencia del Barcelona Beer Challenge, ha decidido prescindir de las industriales? Principalmente por tres razones:

La primera es muy obvia, por decisión propia de la organización que, a diferencia del BBF, apuesta por reconocer el trabajo de las cervezas artesanas y brindar una oportunidad sin la intromisión de las industriales;

Por otro lado, porque a diferencia de España, cuentan con una legislación en su país que permite claramente diferenciar lo que es cerveza artesana frente a la industrial;

Y por último, otra razón, es porque la organización del concurso no es una empresa privada que vele por sus propios intereses económicos sino porque detrás hay un gremio. En este caso Unión Birrai, que garantiza que en el concurso no se cuele ninguna cervecera que no cumpla con los requisitos estipulados.

La cuestión no está en que el Barcelona Beer Festival no permita a las industriales participar en su concurso. Están en todo su derecho, son una empresa privada con sus propios intereses económicos. La cuestión está en que no es ético confundir a los participantes, seguidores y consumidores.

No pueden engañar a la gente anunciando que se trata de un festival craft beer, tal como se definen en sus diferentes plataformas digitales, y luego permitan en sus concursos la participación de las industriales.

No pueden presentarse como los defensores de la cerveza artesanal y luego permitir que cervezas industriales tengan un stand propio dentro del festival.

Uno tiene que ser claro y éticamente correcto. Las cerveceras que participan deben saber de manera transparente y desde un principio en qué participan. No se puede jugar con sus ilusiones y sobre todo con su esfuerzo y trabajo diario. Confundiendo están haciendo un flaco favor al movimiento y sector de la cerveza artesana.

En este momento, con la que está cayendo, a causa de la pandemia, el sector de la cerveza artesana tiene suficientes preocupaciones para poder hacer frente al impacto económico. Pero eso tampoco debe servir de excusa para dejar pasar por alto esta situación. El sector debe preocuparse también en garantizar que ninguna organización ya sea pública o privada aproveche el movimiento craft de manera poco ética. Es urgente una posición clara.

Quien nos diga que no es posible hacerlo de otra manera, claramente nos está engañando. De hecho, este es el argumento que utilizan aquellos que justifican la globalización y la sociedad capitalista. Hay otra manera de hacer este concurso. Pensando en los pequeños cerveceros, no se trata solo de participar para ganar una medalla y colgarla en una estantería. Detrás de cada medalla debería de haber un esfuerzo en la ayuda de promoción del producto y reconocimiento del trabajo, eso favorecería de una manera importante en el movimiento de la cerveza artesanal. 

Por otro lado, seguramente sería mucho más interesante que, antes de enfocar un concurso de manera internacional, empezáramos en premiar el esfuerzo de las artesanales del país, hay que consolidar primero el sector nacional antes de lanzarse a ser referentes mundialmente. Existen ya otros certámenes internacionales mucho más consolidados: 

Es urgente que el sector, de una vez, vaya a la una en defender delante de las instituciones una legislación que permita claramente diferenciar la cerveza artesana frente a la industrial. Si tuviéramos realmente una ley de esas características, el BBF “de facto” no podría utilizar la palabra craft en festivales y concursos donde participan las grandes industrias.

Esta polémica nos pone en una encrucijada al sector: seguir adelante como si nada hubiera pasado, hecho que nos haría responsables de ello por omisión; o afrontar el problema y actuar. Dos caminos que marcarán la diferencia, pero sobre todo que marcarán el futuro de la cerveza artesana.

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Imagen obtenida de Barcelona Beer Challenge