Heather Ale, la cerveza preferida de Stevenson
Compartir
Hoy, 23 de abril, celebramos en toda España el Día del Libro. En Cataluña el tradicional Sant Jordi. Este año de manera diferente, las calles no estarán llenas de libros y de rosas. Desde Cerveza Artesana Magazine queremos invitar a entrar la literatura a vuestras casas. Donde hay libros, hay esperanza.
Empezamos con Robert Louis Balfour Stevenson (Edimburgo, Escocia, 1850 – Vailima, Samoa, 1894) que fue un novelista, poeta y ensayista escocés que murió a los 44 años por tuberculosis. Aunque su muerte fue muy repentina, su legado literario ha dejado obras populares como La isla del tesoro, La flecha negra o la novela de horror El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde.
En su extensa obra también escribió sobre nuestra bebida preferida. En concreto, sobre la cerveza de brezo (heather ale) que elaboraban los Pictos, una confederación de tribus, situadas en el norte y centro de Escocia. Una curiosidad: realmente no sabemos cómo se denominaban entre ellos, porque la palabra “picto” significa “pintado”o también “tatuado” y se les puso este adjetivo por su particularidad de decorar sus cuerpos.
Stevenson dedicó un poema a la Heather Ale, que llevaba flores de brezo y se producía en Escocia desde el año 2000 aC. Estas flores fueron un precedente de la flor del lúpulo, que es la que se utiliza en la actualidad.
De las campanillas del brezo
Lograron una bebida excelente
Mucho más dulce que la miel
Y más fuerte que el vino.
La elaboraron y bebieron,
Y vivieron en paz años y años
En sus moradas bajo la tierra.Hubo un rey en Escocia
Cruel con sus enemigos
Batió a los pictos en batalla
Y los cazó como corzos
Persiguiéndolos millas y millas
Por la montaña roja.
Los cazó mientras huían,
Cubriendo sus cuerpos enanos,
Cadáveres y heridos.Llegó el verano a esas tierras
La campana del brezo estaba roja
Pero no quedaba nadie con vida
Para recordar la receta.
En tumbas, como de niños,
Los cerveceros del brezo
Yacían sin vida.El rey del páramo rojo
Cabalgaba un día de verano
Las abejas zumbaban, y los zarapitos
Chillaban en el camino.
El rey cabalgaba, iracundo,
Sombrío su semblante y pálido,
Por estar en tierra de brezos
Y no poder gustar su cerveza.Sucedió que sus vasallos
Cabalgando por los alrededores
Encontraron una piedra caída
Que escondía unas sabandijas.
Arrancaron de su escondrijo,
Sin que dijeran una palabra,
A un hijo y su padre anciano,
Los últimos del pueblo enano.El rey desde su montura
Contempló a los pequeños hombres,
Y la pareja de enanos
Miró a su vez al rey, quien les dijo:
“Os perdonaré la vida, bellacos,
por el secreto de la bebida”.El padre y el hijo contemplaron
Cielo y tierra, el rojo brezo alrededor,
A lo lejos el bramido del mar.
Se levantó el padre
Y dijo con voz chillona:
“quiero unas palabras en privado,
unas palabras con el rey”.“La vida es cara a los viejos,
poco significa el honor,
venderé con placer el secreto”,
así habló el picto al rey.
Su voz era como la de un gorrión
Chillona pero muy clara:
“Venderé el secreto,
pero temo por mi hijoA él la vida no le importa
La muerte no asusta a los jóvenes
Y yo no me atrevo a vender mi honor
Delante de mi hijo.
Llévatelo, oh rey, y átalo
Y lánzalo a las profundidades
Y así podré desvelar el secreto
Que he prometido guardar”.Agarraron al hijo y le ataron
Cuello y talones a una correa
Y un hombre lo lanzó como una piedra,
Lejos, con fuerza,
Y el mar se tragó su cuerpo,
Como el de un niño de diez años.
Y en el acantilado quedó el padre,
El último de su pueblo.“Es verdad lo que os dije,
que sólo temía a mi hijo
porque dudo que los imberbes
tengan coraje.
Pero ahora la tortura es inútil,
El fuego será en vano.
En mi pecho morirá
El secreto de la heather ale”.